Religión: es la hija de la Esperanza y el Miedo, explicándole a la Ignorancia, la naturaleza de lo Desconocido.*
Mientras mi mamá hace sonar, movimiento a movimiento, su pilón a todo volumen, como si el pobre y pestilente ajo tuviese culpa de algo, que por suerte desconozco, me llega a la mente uno de esos temas controversiales que a la mayoría le estresan ¿Existe Dios? Jamás en tan indicado momento me invadía dicha interrogante, pues estridente el ¡pam! ¡Pam! ¡pam! ¡pam! Excusen la onomatopeya, sinceramente barata, pero esta resulta la mejor forma de explicar lo que el tema, combinado con aquella banda sonora, causaba en mi cabeza. De inmediato aclaro que no es mi intención causar la misma sensación en cada uno de ustedes, mucho menos convencerlos de nada, más bien se trata de un asunto personal.
Nietzsche, el ateo por instinto, me acorrala, poniendo a pensar mi en ocasiones inerte (por cierto, días en los que soy verdaderamente feliz) masa encefálica. Esto combinado con mis poco convincentes, además de forzadas, clases de teología con Richard Núñez en la Universidad forman una bomba molotov que amenaza con explotar mi gran cabecita, cosa que dudo, en mi hay suficiente egoísmo como para permitirlo.
“Soy demasiado curioso, demasiado problemático, demasiado altanero para contentarme con una respuesta burda. Y Dios es una respuesta burda, una falta de delicadeza, contra nosotros los pensadores. Incluso en el fondo constituye una burda prohibición que se nos hace: ¡No deben pensar!” (Friedrich Nietzsche en Ecce Homo)
Y es que el Teólogo de la historia no me convence, quizás tenga razón, pero por más que lo escucho, su discurso no me logra persuadir con su “Dios no existe, es la existencia”. Entonces, de inmediato viene el ateo de este mismo relato preguntando “¿Cuál ha sido hasta ahora la máxima objeción contra la existencia? Dios” haciendo referencia a lo que el cataloga como un excelente chiste “La única disculpa de Dios es que no existe…”**
Yo criado en el catolicismo light ese que es chilling como nuestros días, donde no existe mayor compromiso que creer por creer ¿en qué? No se sabe, acepto que pocos han sido mis esfuerzos por descubrirlo. Por eso escucho todas las fuentes sopesando y tomando lo que convenga, el hecho de que la idea del filósofo ateo me parezca más lógica no quiere decir, de forma alguna, que me compre. Pues, reconozco que un tipo que paso la mitad de su vida enfermo, que repudió a su patria, además de que terminó demente, debió de tener una que otra razón para ser negativo e incrédulo.
Pero el asunto se agudiza mi madre me saltó, hace ya un par de semanas, que mientras escuchaba una canción cristiana sintió una cosa, como que el Espíritu Santo la tocaba. Yo no atiné a decir otra cosa que “¡Ay! ¿Dónde?” Les juro que no fue burla, solo mi primera reacción. Pensé en de todo, un vecino le metió una mano por la ventana, cualquier otra cosa lejana a alguna divinidad. Mi madre no le causó nada gracia y me dijo ya “te llegara el momento de que el señor te toque” con una cara que de recordarla me espanta. En la espera de aquel momento la idea me parece cobarde, conformista y aburrida.
Aún mi búsqueda de respuestas no termina, tal vez continúe con algún filósofo religioso o teólogo de más brillo, un Santo Thomas de Aquino o algo así, quien contrarreste con mayor elegancia al ateismo nietzschiano. Mientras estoy seguro que el tema necesita una conclusión intermedia de mi parte, no crean que pretendía dejar todo en el aire para una próxima vez, no.
Creo que todos necesitamos algo en que creer, un ente intangible en el cual aguardar nuestros miedos y buscar fuerzas para seguir el camino. Que cuando llegan esos lapsos de silencio nos acompañe. Asimismo, nos desnude el espíritu, entretanto nosotros simples mortales avergonzados de estar viéndonos por dentro, sin ganas de parar.
**Según Nietzsche dicho por Stendhal.